Entrevista realizada a Angélica Gutiérrez por Lilia Siervo.
Angélica es Diplomada en Trabajo Social, Licenciada en Antropología,
Máster en ciencias sociales e intervención social y se encuentra en la
actualidad terminando el doctorado en ciencias sociales. Desde hace diez años
trabaja en una asociación de padres de personas con autismo en Sevilla, España.
Autismo Sevilla.
Angélica cuéntanos, ¿cómo llega una antropóloga a interesarse
por el autismo?
Pues
mira, como siempre lo mejor en la vida ocurre por casualidad. Así empecé a
trabajar como trabajadora social en Autismo Sevilla para cubrir una baja de
maternidad con un contrato de cuatro meses y llevo diez años... yo siempre he
sido muy inquieta, me ha gustado mucho leer, y por eso tenía claro que mi
proceso de formación no quedaría ahí, así que estudié antropología y ello me permitió empezar a ver las cosas de
otra forma. Siempre me interesaron los aspectos del género y como estas
cuestiones se construyen de manera diferenciada en las sociedades, como
funcionan los estereotipos, como sancionamos los comportamientos que no se
ajustan a lo que esperamos... aplicar esta mirada al autismo fue cuestión de
tiempo.
¿Cómo
se produjo ese salto?
Pues mira, atando cabos. Yo por mi
trabajo había leído mucho sobre autismo, las características básicas, las
dificultades más habituales, siempre desde una perspectiva médica, una visión muy
clínica del autismo. Esos discursos y prácticas profesionales me parecían muy
interesantes pues dan una imagen del autismo muy medicalizada. Al mismo tiempo
en nuestra organización seguimos el modelo social de discapacidad, la idea de
que la discapacidad no se encuentra en la persona sino en las posibilidades de
su entorno para comprender las necesidades de la persona y proporcionar los
ajustes y apoyos necesarios. Ambas visiones me parecía que eran contradictorias
y sin embargo esos discursos conviven con toda naturalidad. Esto me hizo pensar
en que el autismo desde esa visión médica, se sitúa en la persona, en la que se
identifican los síntomas y que es prácticamente recortada de su entorno social
más próximo, lo que hace que se pierda una información muy valiosa. Por esto
empecé a leer a Olga Solomon, a Richard Grinker, Nancy Bagatell, precisamente
para recuperar esa visión del autismo más amplia incluyendo al entorno. Pensar
el autismo situado en el entorno hace ver que en cada sociedad, en cada cultura
el autismo tiene rasgos distintivos, se evidencian matices importantes y que
son muy ricos para proporcionar apoyos más ajustados a la persona, y que sean
respetuosos con la diversidad cultural.
¿Y
entonces el género?
Eso fue un segundo paso. Primero reflexioné
con muchas lecturas sobre el autismo como experiencia vital que es
evidentemente modelada por la cultura y de ahí las variaciones a nivel de
presentación en diferentes países y los estudios transculturales que lo avalan,
como es el caso de Pamela Block & Fátima Cavalcante (2012) en Brasil;
Sotgiu (2011) en Cuba; Chamak (2008) en Francia; Daley (2002, 2004) en India;
Bilu & Goodman (1997) y Vogel & Reiter (2003, 2004) en Israel; Cola
& Crocetti (2011) y Ariel Cascio (2015) en Italia; Haldane & Crawford
(2010) en Marruecos; Poon (2011) en Singapur y R. R. Grinker (2012) en
Sudáfrica y Corea del Sur (Grinker & Cho, 2013; Kang-Yi, Grinker &
Mandell, 2013). Y luego precisamente por interesarme cuestiones de género e
intersectionalidad empecé a leer investigaciones en las que la variable género
en el autismo se convertía en un elemento de análisis. Porque tiene sentido
pensar que si la experiencia del autismo es vivida de forma diferente en
Marruecos, India o Cuba, tiene sentido pensar que la experiencia del autismo en
hombres y mujeres también cuenta con matices de carácter cultural que rara vez
se tienen en cuenta.
Y
te introduces en ese campo analizando los estereotipos de género, ¿cómo fue ese
proceso?
Efectivamente, la manera más
adecuada para realizar esa inmersión era a partir del análisis de los
estereotipos asociados a conductas masculinas y conductas prototípicamente
femeninas. Simon Baron-Cohen publica un estudio en el que afirma que analizando
las diferencias entre los cerebros masculinos y femeninos se puede conocer más
sobre el (Baron-Cohen, S. Knickmeyer, R. C. & Belmonte, M. K.; 2005). Su
propuesta se basa en que en la población neurotípica, las mujeres muestran
mayores competencias en el ámbito emocional, frente a los hombres, que puntúan
mejor en tareas de sistematización, y que en el caso de las personas con
diagnóstico de autismo su perfil cognitivo es masculino, ya que muestran
mayores competencias en la sistematización que en el ámbito emocional. Claro a
mi esto de primeras me chocó mucho porque no sé muy bien como se categorizan
competencias masculinas y femeninas y porque también La teoría del cerebro
masculino se asienta en un modelo binario de sexo género, que es excluyente
entre sí y no contempla la diversidad que sí existe en el mundo social. El
género no es excluyente sino que puede ser percibido como un continuum.
Y
el paso siguiente entonces ¿cuál fue?
Pues mira, la evidencia
científica muestra (Gillberg & Wing, 1999; Tidmarsh & Volkmar, 2003)
que los varones reciben un diagnóstico de autismo cuatro veces más que las
mujeres. Precisamente a causa de la incidencia masculina del trastorno, los
estudios tienden a centrarse y generalizar desde la experiencia de hombres
(Charman, 2002; Frith, 1996; Fombonne, 2003a; 2003b). Si pensamos en qué miran
los profesionales para realizar el diagnóstico, porque lo que se analizan es la
conducta observable, hay varias investigadoras que advierten que Davidson
(2007:659) “los rasgos del autismo y sus representaciones discursivas están
culturalmente codificados como masculinos en lugar de femeninos”. Es decir
cuando definimos el autismo como tendencia al aislamiento social Parece ser que
es más sencillo detectar determinadas conductas asociadas al autismo en chicos,
que suelen ser, propensos al aislamiento social (Hiller et al., 2014), o cuando
hablamos de intereses restringidos y comportamientos repetitivos, los chicos
parecen tener más dificultades que las chicas (Hartley and Sikora, 2009; Hiller
et al., 2014; Lord, 1982; Mandy et al., 2012, citados en Dean, 2017:679).
También es más sencillo que puedan mostrar conductas disruptivas y desafiantes
(Dhuey and Lipscomb, 2010). Estudios recientes indican que los chicos con
autismo muestran más rasgos de hiperactividad y falta de atención en comparación
con las chicas en el espectro (Gould and Ashton-Smith, 2011; Hiller et al.,
2014, citados en Dean, 2017:679).
Teniendo
esto en cuenta entonces podemos decir que ¿Los rasgos autistas en las chicas son
significativamente menos probables de ser reconocidos que en los chicos?
Correcto, y ello es debido a que los
criterios diagnósticos no están ajustados ni a las variables culturales ni a
las variables de género. En USA, por ejemplo, existe un desfase respecto a la
edad de diagnostico de niños con autismo, los chicos de raza negra o de
comunidades latinas suelen ser diagnosticados en torno a cuatro años mas tarde
que los chicos caucásicos. Y lo mismo ocurre con las niñas. Las investigaciones
sugieren que los estereotipos de género moldean la manera en la que se perciben
las conductas asociadas al autismo (Lai and Baron-Cohen, 2015), con las
implicaciones que ello tiene a la hora de acceder al diagnóstico como puerta de
entrada para recibir una serie de apoyos terapeuticos y escolares.
¿Qué
características presentan las niñas en el espectro?
Las niñas con TEA tienden a internalizar la
sintomatología (Mandy et al., 2012; Solomon et al., 2012), y por ello son más
propensas a pasar inadvertidas (Dhuey y Lipscomb, 2010; Dworzynski et al.,
2012; Hiller, 2016; Mandy et al., 2012). Habitualmente muestran intereses
alineados con los chicos neurotípicos (Gould and Ashton-Smith, 2011; Hiller et
al., 2014; Kopp and Gillberg, 1992, citados en Dean, 2017:679) y muestran en
general intereses especiales que son socialmente aceptados (Gould and
Ashton-Smith, 2011). se describe a estas niñas como poseedoras de buenas
habilidades interpersonales (Hiller et al., 2014; Lai and Baron-Cohen, 2015;
Mandy et al., 2014), y al mismo tiempo son capaces de imitar las conductas
sociales de los demás camuflando sus dificultades sociales y sus intereses
restringidos (Attwood, 2006; Kopp and Gillberg, 1992). Y que estas
características son sean identificadas implica que estas niñas y mujeres
reciban un diagnóstico tardío y por tanto un acceso a los recursos en tiempo
más extenso.
¿Qué
implicaciones tiene esto en la atención a las mujeres con autismo?
Pues yo creo que las implicaciones
son multidimensionales porque nos obligan a redefinir o a ajustar los
criterios, qué hay que mirar, y cómo;
nos obliga a cuestionar nuestra forma de mirar y a poner en evidencia nuestros
prejuicios como observadores, y además, desde mi punto de vista, esta forma de
mirar el autismo rompe la separación ontológica que se ha hecho históricamente
entre “el autismo” en abstracto, recortado de su realidad social, y el autismo
como una característica más de la persona, como parte de su ser. Creo que esta
visión enriquece nuestra comprensión del autismo porque además está informada
de lo que ocurre en el mundo, no es ajena a la sociedad, por ejemplo a partir
de las manifestaciones del movimiento de neurodiversidad y lo que nos dicen las
propias mujeres en el espectro sobre sus necesidades, las dificultades que han
afrontado y los apoyos que requieren, desde la experiencia en primera persona.
Estas experiencias no deben verse como amenazas para la comunidad científica,
más bien al contrario, las personas que nos dedicamos a la investigación
debemos reconocer la importancia de estas aportaciones y cómo complementan los
estudios y los enriquecen, y también porque se trata de una cuestión ética.
¿ Qué interesante este punto,
Angélica, creo que esta cuestión la tratas en tu tesis doctoral?
Si,
efectivamente. Mi tesis doctoral es una aproximación a los discursos y
prácticas en torno al autismo, para conocer qué significa tener autismo hoy.
Para ello, he entrevistado a 45 personas de diferentes perfiles: familias,
personas autistas y profesionales, con la idea de triangular qué es el autismo
desde todas esas perspectivas. Además analizo críticamente la construcción del
autismo como patología, la construcción del conocimiento en el campo del autismo
a nivel disciplinario, con sus fuentes en la psiquiatría y en la ciencia médica
e introduzco las ideas del movimiento de neurodiversidad, como elemento que
viene a complementar una visión medicalizada del autismo. El autismo es una
condición que no se da en abstracto, es un hecho social, porque se nos incluye
a todos de una u otra manera. Hay autores que indican que el autismo es un
conjunto de metáforas sobre la realidad, y a mi particularmente me fascina esa
idea, porque el autismo nos informa de cómo somos como sociedad, pero también
de cómo hemos sido.
Desde
hace varios años colaboras con la mesa de mujeres y TEA de AETAPI, la
asociación española de profesionales del autismo, ¿nos puedes contar el trabajo
que realizas?
La mesa está compuesta por mujeres
que trabajamos en diferentes ámbitos, también en la intervención directa y en
servicios de diagnóstico. El objetivo principal de esa mesa de trabajo es
precisamente visibilizar y promover una mejor detección en los profesionales
una mejor detección y para ello generamos en 2018 una guía de buenas prácticas
para que mejore el conocimiento de las necesidades de niñas y mujeres y por
tanto la práctica profesional. Hay un blog donde hemos colgado diferentes
materiales precisamente para divulgar estas cuestiones y que poco a poco
podamos ir mejorando en esto.
¿Cuáles
son las principales preocupaciones de esta mesa de trabajo?
Nos preocupa mucho la detección
tardía y por tanto el acceso tardío a los apoyos y recursos, pero también nos
preocupa mucho las repercusiones que tiene esa falta de diagnóstico, en el
largo plazo. Nos contactan muchas mujeres con trayectorias largas de
enfermedades y patologías mentales, que han sufrido un peregrinaje tremendo
hasta llegar al diagnóstico, hasta el punto de haber desencadenado otras
patologías, sobre todo trastornos de ansiedad, trastornos de conducta
alimentaria, que pueden deberse a esa falta de comprensión de la persona y de
sus necesidades.
Parece
que hay mucho trabajo por delante, ¿qué opinas al respecto?
Pues efectivamente hay mucho trabajo
que hacer y pasa precisamente por realizar estas adaptaciones y ajustes a las
pruebas diagnósticas, pero también por generar conciencia sobre la
particularidad de cada persona. Frente a visiones homogéneas del autismo y de
sus características, tenemos que tener muy presente que cada persona es única y
cuenta con una serie de singularidades que deben ser vistas de manera
holística, en interacción con los demás y con su entorno, porque las personas
autistas no viven solas en este mundo, vivimos todos juntos en interacción y
por ello es fundamental tener esa visión del contexto. Me quedo con que parece
que vamos por buen camino...
Muchas gracias por todo Angélica
Un abrazo fuerte!!
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