El autismo es un trastorno del desarrollo que se caracteriza por alteraciones en la interacción social y en la comunicación, así como patrones repetitivos de actividad y tendencia a las rutinas. Uno de los signos que pueden llevar a un diagnóstico temprano es la dificultad de los bebés para centrarse su mirada en los ojos de su cuidador. Varios estudios hacían recaer las sospechas sobre una región del cerebro implicada en el reconocimiento de las expresiones faciales, la amígdala, situada en el lóbulo temporal apoyados en las anomalías observadas en su forma y en los datos de neuroimagen. Y ahora una investigación publicada en el último número de la revista Neuron confirma que algunas neuronas de este “centro de reconocimiento facial” responden de manera diferente en los pacientes con autismo.
Uno de los avances más significativos en el campo de la neurociencia ha sido el de poder registrar la actividad de una única neurona, por la información precisa que proporciona. Sin embargo, esta técnica es invasiva y puede utilizarse pocas veces en los estudios con humanos. Los pacientes con epilepsia resistente al tratamiento farmacológico constituyen una excepción.
Para localizar y posteriormente extirpar el foco de sus crisis tienen implantados electrodos en el cerebro, y la amígdala es un blanco rutinario para colocarlos, lo que permite hacer este tipo de registros de células individuales. Un equipo de investigadores del Instituto de Tecnología de California (Caltech) ha localizado dos pacientes con epilepsia que tenían un electrodo en el lóbulo temporal, donde se encuentra la amígdala, y además padecían autismo de alto funcionamiento. Las personas con este trastorno tienen una inteligencia normal o incluso por encima de la media y pueden también manejarse en sus relaciones sociales.
El neurólogo y escritor Oliver Sacks describe el caso de Temple Grandin, con autismo de alto funcionamiento, que actúa de forma casi mecánica, sin expresiones emotivas, tenaz, osada, pero con cierto “candor” que la hacía incapaz distinguir cuándo la estaban engañando. Grandin se graduó como zoólogo, completó sus estudios con otras licenciaturas y fue profesora en la Universidad de Colorado, al tiempo que dirigía su propia empresa de diseño de instalaciones para animales.
Preferencia por la boca
A los pacientes seleccionados para el estudio les mostraron fotos de rostros completos o partes específicas de la cara. Cada cara expresaba una emoción (miedo o felicidad) y tenían que identificarla. Además, hicieron las mismas pruebas a otros ocho pacientes con epilepsia del lóbulo temporal pero sin autismo, que sirvieron como controles. Así pudieron correlacionar las respuestas de 56 neuronas con las imágenes que estaban viendo y contrastarlas con otras 88 neuronas de los controles.
Al registrar la actividad de las neuronas, lo que encontraron fue que algunas respondían ante un rostro completo, y en estas no había diferencia entre los controles y los dos pacientes con autismo. Sin embargo, en otras neuronas que se activaban sólo cuando veían partes de la cara, como los ojos o la boca sí había diferencias. Un subpoblación de esas neuronas de los pacientes con autismo se mostraba mucho más sensible ante fotografías de la boca que frente a las de los ojos. Mientras que en el grupo control de pacientes con epilepsia pero sin autismo, las neuronas respondieron más intensamente a la región de los ojos. Y lo más sorprendente, resaltan los investigadores, este efecto se observó solo en un subconjunto específico de las neuronas.
Los datos de estudios previos habían mostrado la dificultad de las personas con trastornos del espectro autista para extraer información social de los rostros y en concreto de la región de los ojos. Y se sospechaba que la amígdala, como centro de procesamiento de las caras, podría tener la clave de la dificultad de las personas con autismo para centrar su mirada en los ojos de otras personas, una región que proporciona una pista fundamenta para obtener información sobre las emociones.
También se sabía que al menos en las personas con autismo de alto funcionamiento se podía compensar es dificultad para procesar la información emocional que proporcionan los ojos mediante el análisis muy detallado de la región de la boca, una peculiaridad que también comparten, aunque en menor grado, los parientes en primer grado de estas personas.
Otras pruebas indirectas apuntaban también a la amígdala: las personas con lesiones bilaterales (en ambos hemisferios cerebrales) en esta estructura muestran un patrón parecido en el procesamiento de las caras y también tiene problemas para fijar su mirada en los ojos y para reconocer las emociones. Y en estudios con monos se había establecido una correlación entre el volumen de la amígdala la capacidad para fijarse en los ojos.
Sin embargo, esta es la primera vez que se registra la actividad de las neuronas de esta estructura del cerebro en pacientes con autismo, señalan los autores. “Nosotros, como muchos otros investigadores, creíamos que las alteraciones neurológicas que contribuyen al autismo implicaban a todo el cerebro, y que sería difícil encontrar correlaciones tan específicas. No sólo nos encontramos con anomalías muy específicas en las respuestas individuales de las neuronas, sino que un determinado subconjunto de células respondió de manera diferente, mientras que otro grupo mostró respuestas normales a las caras. Esta especificidad es sorprendente y es, en cierto modo, una muy buena noticia, ya que sugiere la existencia de mecanismos específicos para el autismo que potencialmente puede rastrearse hasta sus causas genéticas y ambientales, y abre la puerta al diseño de futuros tratamientos”, señala explica Ueli Rutishauser, el autor principal del estudio.
Nuevos interrogantes
Lo que sí plantea la investigación son nuevos interrogantes: ¿hay mutaciones genéticas responsables de estos cambios en esas subpoblación de neuronas que responden de forma diferente? ¿Se originan esas anomalías directamente en la amígdala o tienen su origen en otro lugar del cerebro? Cuestiones pendientes que marcan una nueva dirección en la investigación sobre el autismo y que pueden ayudar a entenderlo mejor, señala Ralph Adolphs, profesor de Psicología y Neurociencia del Caltech, que lidera la investigación.
Obviamente, aclara, habrá que ampliar la muestra de paciente analizados a más de los actuales, para dar mayor validez a los datos. Sin embargo, la tarea que no es sencilla, ya que para este tipo de estudios los participantes con autismo deben además padecer epilepsia del lóbulo temporal para que poder registrar la actividad de sus neuronas. Por otro lado, los investigadores reconocen que no está claro en qué medida los resultados obtenidos con autistas funcionales pueden extrapolarse a otros casos.
No obstante, resaltan, “observar la actividad de las neuronas individualmente es la única forma de saber lo que ocurre en el cerebro en el mismo instante en que una persona está pensado”, señala Adolphs. En animales se habían hecho previamente estudios semejantes y este hallazgo permite, avanza, estudiar cómo estas células cambian sus respuestas con el tratamiento, relacionarlo con poblaciones de células similares en modelos animales de autismo, para estudiar qué genes expresa esta población particular de neuronas.
Se trata de un hallazgo interesante resaltan los investigadores, porque los modelos animales que se utilizan para estudiar los trastornos del espectro autista no reflejan bien el complejo funcionamiento del cerebro humano, en especial en aspectos como el pensamiento y el comportamiento, aparte de que se carece de un feedback directo que sí es posible en los estudios con personas, como en este caso. Los avances en la búsqueda de respuestas para el autismo han estado limitados en parte porque no existe ningún modelo animal para este trastorno altamente complejo.
Fuente: http://abcblogs.abc.es/cerebro/public/post/descubren-por-que-a-las-personas-con-autismo-les-cuesta-fijar-su-mirada-en-los-ojos-de-otras-personas-16016.asp/
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