Diversos autores
plantean que la prevalencia de TEA en personas con síndrome de down se
encuentra en alrededor de un 10% y que en muchas oportunidades los casos son
diagnosticados de manera tardía o peor aún, no han sido diagnosticados hasta la
edad adulta. “Diagnosticar el autismo es mucho más complicado que diagnosticar
el síndrome de down: no hay análisis de sangre, ni marcador genético, ni
características faciales u otras que se apliquen a todas las personas con autismo” (Glen Vatter, Diagnosis de autismo en niños
con síndrome de down (1998). El desarrollo de un niño con
síndrome de Down en los primeros meses de vida implica un retraso global en la
madurez relacionada a los precursores del lenguaje haciendo que se atribuya una
explicación
errada a ciertos comportamientos que son clasificados como un signo más dentro
del síndrome.
Usualmente se describe
a las personas con sd. De down con un desarrollo afectivo y social cercano a la
normalidad, un ejemplo de ello es que les gusta abrazar y ser abrazados (por lo
general responden normalmente al contacto físico). Sin embargo, cuando estos niños
y niñas comienzan a tener conductas que se alejan al común de lo que se
describe en las características propias del síndrome, se debe sospechar de un
posible TEA en niños que, justamente tienen descendidas estas habilidades y que
presentan claras dificultades para relacionarse con sus cercanos o sus pares;
cuando el disfrute del juego lo hace solo/a y no desea realizar trabajos en
grupo; existe estabilidad mientras se encuentre en su zona de confort, es
decir, cualquier cambio en la rutina diaria puede ocasionar un disgusto
exagerado por parte de ellos; no establecen contacto ocular; presentan estereotipias
motoras repetitivas. “La mayoría de las
personas con síndrome de down y TEA muestran déficits importantes en las
habilidades sociales, sobre todo en las áreas de la empatía y de la
sensibilidad hacia los demás” (Autismo, cap. 22, pág. 382 Bienestar mental en
los adultos con síndrome de down).
En cuanto al escaso
diagnóstico de TEA en personas con síndrome de down, podemos vincular esta
situación a la principal preocupación de los padres que se enfrentan a
complicaciones médicas importantes y propias del síndrome, en que muchas veces,
incluso los niños deben ser intervenidos quirúrgicamente para superar sus problemas.
Por otro lado los médicos van a tender a actuar de manera reticente a la hora
de considerar rasgos típicos y que sean visibles del espectro autista a una
edad temprana, ya que pueden no contabilizar los suficientes síntomas para dar
un diagnóstico definitivo, además el TEA en sus primeras manifestaciones puede
confundirse con retrasos en el desarrollo, falta de motivación, sordera, entre
otros; o simplemente pueden cometer el error de descartar un TEA por atribuir
estas características a la discapacidad intelectual, por lo tanto estos factores
también son protagonistas dentro de un diagnóstico lamentablemente tardío y las
dificultades no mejorarán si no se entregan los apoyos adecuados.
Es importante en este
punto hacer reflexionar a la sociedad, y mucho más a las personas que tengan un
miembro de su familia con síndrome de down y que sospechen de posible TEA,
acerca de lo positivo que sería la entrega de un diagnóstico temprano para un
manejo adecuado de la coexistencia de estas condiciones. Evitando así que estos
niños sean ubicados en establecimientos educativos inapropiados en su situación
y a la vez se remediaría el innecesario sufrimiento emocional al que muchas
veces son sometidos los padres por desconocer el real diagnóstico de sus hijos.
Con lo expuesto
anteriormente, debemos destacar la importancia de reconocer un caso de TEA en
un menor con síndrome de down, ya que se puede
condicionar una forma específica y óptima para la intervención
terapéutica como por ejemplo, ofrecer estructuración y anticipación mediante el
uso de imágenes o apoyos visuales en donde pueden responder mejor. Esperando
que a estas personas se les pueda brindar el apoyo que más se adapte a sus más
estrictas necesidades, enriqueciendo el manejo de conductas y otras estrategias
útiles para potenciar el funcionamiento adaptativo de las personas con sd de
down y TEA, sin dejar de mencionar las
guías y ayudas que requieren los padres para tener ellos y sus hijos una mejor
calidad de vida.
Por último, pero no
menos importante, el buscar grupos de apoyo en donde las personas que tienen
hijos con las mismas necesidades puedan realizar intercambio de ideas creativas
y dar solución a dificultades comunes que surgen en las tareas de la vida
diaria. Sumado a la intervención terapéutica
por medio de un equipo interdisciplinario que maximice las capacidades de la
persona y comparta los mismos objetivos.
Katherine Pimentel, Interna en fonoaudiología Universidad Austral, practica profesional Apoyo Autismo Chile Epaa.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
v
Dennis MacGuire, Brian Chicoine, 2010, Bienestar mental en los adultos con síndrome
de down, Capítulo 22, Santander España, Fundación Iberoamericana Down21.
v
Dra. Beatriz Garvía Peñuelas, Dra. Bessy Benejam Paul,
Dr. José M° Borrel Martinez, Guía de Salud Mental y Síndrome de Down España,
Fundación Catalana Síndrome de Down.
v
Jesús Flores, 2005, Revisión: Revista Síndrome de Down
22: 61-72.
v
Glenn Vatter, 1998,
Diagnosis de autismo en niños con síndrome de down.
v
B. Ortiz Guerra, 2012,International medical review on down’s syndrome, 16(3):44-48.
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