Atención temprana y
programas de intervención específica en el trastorno del espectro autista
02/12/2009
Fuente:
Revista
de Neurología
Cuanto más temprano se empiezan a
atender las necesidades específicas del niño autista, más posibilidades tiene
éste de desarrollar las funciones que merma el trastorno. Para ello es
necesario que padres y madres posean un conocimiento de los comportamientos
que, ya durante el primer año de vida, son indicativos del Trastorno del
Espectro Autista (TEA). A continuación ofrecemos aquellos aspectos del artículo
publicado en la Revista de Neurología que pueden resultar más útiles a las
familias; el lector encontrará en este resumen analítico una breve definición
del trastorno, un listado de posibles síntomas relativos a la edad que
facilitarán la detección del TEA, y una aproximación al tipo de intervención en
la familia y el entorno del niño que suele realizarse una vez determinado el
diagnóstico.
El trastorno del espectro autista (TEA) es una alteración del desarrollo complejo que afecta las habilidades y competencias cognitivas, emocionales y sociales, con etiología [1] múltiple y de variada gravedad. El comportamiento del niño con TEA suele presentar deficiencias cualitativas en la interacción social y la comunicación, comportamiento con patrones repetitivos y estereotipados, y un repertorio restrictivo de intereses y actividades.
El trastorno del espectro autista (TEA) es una alteración del desarrollo complejo que afecta las habilidades y competencias cognitivas, emocionales y sociales, con etiología [1] múltiple y de variada gravedad. El comportamiento del niño con TEA suele presentar deficiencias cualitativas en la interacción social y la comunicación, comportamiento con patrones repetitivos y estereotipados, y un repertorio restrictivo de intereses y actividades.
Se entiende por atención temprana
aquella que interviene entre los 0 y los 6 años. La intervención debe provenir
de un equipo multidisciplinar de profesionales y orientarse a la globalidad del
individuo, es decir, contemplar a niño, familia y entorno; asimismo, es
necesario que se coordinen los esfuerzos de todos los agentes implicados
—escuela infantil, recursos socio-sanitarios, familia, entorno vital del niño y
contexto de intervención terapéutico.
Detección temprana del TEA
El diagnóstico del trastorno
puede realizarlo sólo el profesional, sin embargo, padres y madres deben ayudar
a detectarlo. En la siguiente tabla ofrecemos algunas de las conductas
indicativas del TEA que suelen presentarse durante el segundo semestre de vida
del niño y alrededor del año de edad.
Durante
el segundo semestre
|
·
Indiferencia
por los padres
·
No
participación en juegos de interacción social
·
No
anticipa, ni responde
·
Rudimentos
de comunicación oral
·
Ausencia
de balbuceos o jerga
·
No
imitación de sonidos, gestos o expresiones
·
Desinterés
por los juguetes
·
Fascinación
por las propias manos y pies
·
Sueño
fragmentado
|
Alrededor
del año
|
·
Escaso
o nulo interés por el contacto ocular
·
Ausencia
de respuesta de orientación cuando se le nombra
·
Ausencia
de la conducta de señalar
·
Ausencia
de la conducta de mostrar objetos
|
A menudo, a estas conductas hay
que añadir una serie de dificultades asociadas, como alteraciones del sueño,
problemas con la alimentación, limitaciones para la autonomía personal o el
escaso interés por el juego. De todos modos, la presencia de estos signos no es
suficiente y recordamos al lector que debe ser el profesional quien establezca
un diagnóstico.
Intervención en la familia y en
el entorno
La intervención afectará a todos
los agentes implicados en la vida del niño. Así, tras una evaluación diagnóstica
que determine las exigencias específicas del paciente, se establecerá un plan
cuya zona de influencia alcanzará a la familia, pero también al centro escolar
y a los profesionales sociosanitarios que intervengan en la terapia.
Por supuesto, la intervención se
centrará en mejorar la comunicación y el lenguaje, y las habilidades sociales,
de juego, de adaptación y de comportamiento. Se procurará siempre un entorno de
trabajo agradable al niño; para ello, resulta necesario estructurar las interacciones para que sean recíprocas y sociales,
en vez de aisladas y solitarias.
Aunque la noticia del diagnóstico
genere cierta confusión en la famila, la detección temprana será crucial para
facilitar la mejor convivencia de todos sus miembros. Los profesionales suministrarán
de forma gradual una información pormenorizada sobre la patología, sobre el
caso particular y sobre como estructurar las actividades en el entorno
familiar; se recomienda:
·
La utilización de gestos evidentes y el empleo de un lenguaje
sencillo que facilite la comprensión
·
Generar un ambiente lúdico y de seguridad que favorezca el
desarrollo emocional
·
Evitar los ambientes complejos, bulliciosos, muy estimulantes o
desestructurados
·
Paciencia y elaborar estrategias para establecer límites a las
alteraciones conductuales y los comportamientos estereotipados o rituales
Es importante que la intervención
implique a todos los miembros de la familia; el apoyo que puedan ofrecer los
centros de desarrollo infantil y atención temprana (CDIAT) será de gran ayuda también
para los hermanos, que probablemente sientan cierta frustración al no ver
cumplidas las expectativas de figura fraterna depositadas en el niño con TEA.
Conviene involucrar al niño desde
edad temprana en su entorno físico y social (hogar, vecindad, parque, etc.)
puesto que será el medio a través del cual se incorporará a la vida social
infantil que le corresponde. Asimismo, es imprescindible que se coordine la
intervención programada desde el CDIAT con el centro escolar, los servicios
sociosanitarios (neuropediatría) y, en caso de ser necesarios, también con los
servicios sociales.
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